Hace 30 años, de un disparo, el mundo alcansaba el fin de la inocencia, de las utopías.
Ese mismo disparo mataba la ilusión de creer en una paz posible, realizable, alcansable por todos y cada uno de los seres humanos que tan solo, se animaran a imaginarlo.
Con John se fueron las ganas, el optimismo, el idealismo. Con John caímos en el descreimiento, nos acostumbramos a las reglas del juego, y ya nunca más las cuestionamos. Nos radicamos en la comodidad del sistema, y olvidamos que un gran camino, empieza con tan solo un paso, con un anhelar el cambio, un creer, en el cambio, y un con un confiar en nosotros como fuerza lo suficientemente movilizadora como para lograr lo que sea que se proponga.
Él no quería, como alguna vez manifestó, convertirse en un patán como el resto; era diferente, y quería ser reconocido como tal.
Ojala todos nosotros nos permitiéramos de vez en cuando ser diferentes y canalicemos tanto potencial en algo bueno, y productivo: algo así como la paz; pero no una paz soberbia, una instaurada de un día para el otro en Medio Oriente, o entre ambas Coreas. Pienso más bien en una paz tan simple como modesta, una paz cotidiana entre nosotros, como hermanos, compañeros, amigos, o conciudadanos.. y partiendo de ahí, por qué no, soñar a lo grande.
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