La noche aclaró, y la tormenta pasó.
No tuvo quórum la ley contra la tala indiscriminada de árboles, y tiraron abajo el árbol que me tapaba el bosque (aunque ahora no vaya a quedar ni bosque).
Por fin me duermo con ganas, y no me aferro a la almohada; despierto con el sol bañanado mi desgreñada melena y sonrío entre lagañas y mal aliento sin razón aparente. Pero las apariencias son solo eso, todo tiene un motivo. Causa y efecto, los cuatro principios: el causal es a la vez el final, eso nos enseñan en Derecho, y es aplicable a la vida en general.
Las malas rachas pasan, y después de un tiempo, al recordarlas, son innumerables las anégdotas que nos dejan sirviendo de excusa para compartir unas birras y seguir sonriendo.
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